Esto está
escrito para despedirme de ti, decirte que fuiste un buen
acompañante, entre un pulmón y el otro, un poquito hacia la
izquierda. Pero he de confesarte algo: fuiste demasiado grande.
Abarcaste
un primer amor que te hizo la primera cicatriz y lo soportaste sólo,
sin ayuda, me enorgullecí de ti. La segunda cicatriz fue mortal y
necesitaste la ayuda de un segundo como tú pero finalmente,
continuaste latiendo. Ahora con la tercera (y definitiva estocada),
ese latido cada día que pasa es un poco más débil y poco a poco se
va apagando. Fuiste demasiado grande por contener en tu corazón a
amigos que no se lo merecían, por defender lo indefendible cuando
ciertas personas te estrujaban buscando tu jugo, por perdonar a quien
no se lo había ganado. En definitiva, por entregarte a quien no te
supo cuidar.
No todo fue
malo, por supuesto, has bombeado la más absoluta felicidad por mis
venas y arterias, has repartido el amor desde mis pies hasta el
cerebro, has convencido mil y una veces al mandamás que tenemos en
la cabeza de que, lo que tú querías, era lo que había que hacer y
no lo que la razón dictaba, lo que nos ha llevado a vivir mil y una
cosas increíbles (aunque la mayoría malas y no tan increíbles,
pero diría que las buenas compensan a las malas). Me has hecho
sentir cosas tan intensas que parecían sacadas de un cuento. Tú
decidías por quién latir, por quién empezar a volverte loco con
200 pulsaciones por minuto. Tú has sido mi guía en la vida, para lo
bueno y (más) para lo malo.
Por eso te
escribo este réquiem porque sé que no te quedan fuerzas, que te has
cansado de luchar por algo que nunca vas a tener, que cada uno de tus
cachitos tiene un nombre y no quieres añadir ni uno más a la lista.
La coraza se ha quedado en nada, la coraza ya no sirve, te la
quitaste por última vez porque el hierro es demasiado pesado como
para cargar con él toda la vida. A partir de ahora, no podré
utilizar más la expresión: “de corazón” puesto que paró de
latir. Puedes parar, no te guardo rencor, de verdad.
Adiós
corazón, descansa en paz puesto que nunca te dejaron reposar.