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domingo, 15 de diciembre de 2013

Dejemos hablar a los instantes.

Me he dado cuenta de que hace mucho que no escribo, que no me desahogo delante de un papel, pero, repasando mis entradas, he podido comprobar que quien más me ha inspirado es también quien más daño me ha hecho.

El dolor siempre he sabido convertirlo en palabras porque lo he sentido, he sentido mi corazón rompiéndose, he visto como alguien se alejaba de mi sin poder hacer yo nada por evitarlo, han jugado conmigo y me han mentido haciéndome creer que eran ciertas cosas que sólo eran mentiras adornadas.

La felicidad me cuesta más plasmarla en un papel porque cuando he creído acercarme a ella alguien se ha encargado de enseñarme que la felicidad no es lo que yo pensaba. Al final llegué a la conclusión de que la felicidad no existe, que si hay algo a lo que llamar 'felicidad', ésta es momentanea y cuando la sentimos es durante un instante muy concreto. Por eso, cuando intento escribir sobre ella, como ese momento ya ha pasado, me cuesta mucho volver a él y describirlo con palabras.

Por eso te pido que no me inspires, no seas mi musa, lléname de momentos de felicidad que luego no sepa expresar con palabras, que sólo puedan demostrarse cuando el mundo exterior nos da igual; cuando me salvas cada día con una sonrisa.

- Dejemos hablar a los instantes -

domingo, 20 de octubre de 2013

Algo así como dormir en la misma cama

Capítulo 6.

Aquella noche Paula la pasó prácticamente en vela dándole vueltas a las 122 palabras que tenía aquel correo.  Las mujeres son los seres más inoportunos sobre la faz de la tierra, - pensó Paula para sí misma. No se sorprendió cuando, mientras pensaba qué contestar, se dio cuenta de que no había pensado si quiera en lo que Rami le había casi suplicado, en ningún momento se planteó la posibilidad de rechazarle la cerveza a Amaya. Empezó a escribir el correo pero sólo veía la pantalla en blanco; no le salían las palabras. Quería ser clara y concisa, no quería que pareciera lo que realmente era: que se moría de ganas de volver a verla. Se decantó por decirle simplemente que se alegraba de saber de ella y que ese martes podían tomarse una cerveza en el bar donde se podía decir todo sin mediar palabra. Paula acabó viendo amanecer asomada a su ventana pensando que ya habían pasado varios meses, que si Amaya lo había superado ella no tenía porque ser menos; y que una cerveza no le hace daño a nadie. Se le daba de lujo mentirse a sí misma.

Quiso echarse un rato a dormir, y después de dormir un par de horas decidió revisar todo su armario. Puso su habitación patas arriba y pensó que igual era hora de irse de compras:

– ¿Rami te vienes de compras? Creo que necesito distraerme.
 ¿Ya te vas a ir a comprar ropa para tu cita del martes?
 No es una cita - replicó Paula - hemos quedado para saber un poco la una de la otra, nada más.
 Cuando mañana no duermas en casa me lo cuentas.
 ¿Vienes o no?
 Si quieres que vuelvan a romperte allá tú, pero yo no voy a ser partícipe de ello. Lo siento, no voy.

Paula se quedó sin saber qué contestarle; puede ser que tuviera razón, que estuviera desandando el camino recorrido y que volver a romperse era una posibilidad, pero no esperaba que Rami estuviera tan enfadada con su decisión.

 Al menos podías contárselo a las demás, - continuó Rami  podíamos quedar por la tarde todas y así al menos no soy sólo yo la mala de la película.

Tania. En ese momento Paula se acordó que aún no había llamado a Tania desde que hacía dos noches una de sus mejores amigas le confesara que estaba enamorada de ella. Estaba claro que a quien menos le iba a gustar la idea de que Paula volviera a ver a Amaya era a Tania, por razones obvias.

 Hoy tengo muchas cosas que hacer Rami, creo que el miércoles es mejor y ya os cuento cómo fue, - dijo Paula caminando hacia la puerta, no le gustaba el tono que estaba tomando la conversación y lo mejor que podía hacer era irse antes de que la cosa se pusiera más desagradable.

Paula llegó a casa con un par de bolsas: dos blusas, un pantalón, una falda y unos tacones que Paula podía jurar que le habían llamado desde el escaparate de aquella tienda suplicándole que los llevara a casa consigo. Acabó el día de la misma forma que lo había empezado, tumbada en la cama pensando en si su piel seguiría siendo tan blanca y fina, en cómo llevaría el pelo o en si llegaría tarareando una canción imposible de identificar.

20:03 del martes y Paula salió por la puerta de su casa camino del encuentro para el que llevaba preparándose toda la tarde. Salía con mucha antelación ya que antes quería hacer una parada.

 Tania, ¿dónde estás? - dijo Paula cuando Tania le contestó al teléfono.
 En casa, ¿por? ¿Necesitas algo?
 Baja anda, estoy en tu portal.
 ¿Qué? Ay, ya mismo bajo. - Tania se asomó a su ventana para ver si era cierto y Paula pudo ver cómo sonreía al verla.
 ¿Que tal, cómo andas? - le preguntó Paula después de darle un largo beso en la mejilla.
 Disfrutando de las vacaciones, creo que aún me dura la resaca del sábado, - Tania se apartó el pelo de la cara,  mira que ojeras tengo aún.
 Ni que así estuvieras fea.
 Bueno, ¿dónde vas tan guapa? - le preguntó Tania mientras la echaba un vistazo de arriba a abajo.
 Pues a eso venía, a contártelo. Me has llamado varias veces y no hemos hablado y sé que tú y yo tenemos una conversación pendiente.
 ¿No venías a eso? - le cortó Tania,  pensaba que te quedarías y que hablaríamos de... no sé, del sábado.
 He quedado con Amaya.

Esas palabras cayeron como si pesaran 30 toneladas. Se hizo el silencio, pero la cara de Tania lo decía todo. Bajó la mirada.

 Me esperaba cualquier cosa menos eso Paula, de verdad que no me lo puedo creer. Tú verás lo que haces pero no pretendas que yo sea el segundo plato de nadie. Disfruta de cómo te rompen otra vez el corazón. - Y echó a andar de vuelta a su portal.

Paula no quiso retenerla, le había hecho daño pero si se lo había contado antes a ella era para que no se encontrara con la sorpresa al día siguiente y se enterara a la par que todas, necesitaba contárselo a ella en privado. Misma opinión que Rami, y la suya con más razón ya que fue ella la que más sufrió las consecuencias de aquella noche en la que Paula se desmoronó, pero había tomado la determinación de ver a Amaya y ya no podía echarse atrás.

Llegó al bar 5 minutos antes de la hora acordada y buscó la mesa que durante 3 años cada noche que iban allí parecía reservada para ellas y que, casualmente, esa noche también estaba vacía y esperando que la llenaran cervezas vacías que traerían recuerdos de tiempos en los que ese era el 'bar de besar con la mirada y sentir con los labios'. Se sentó de espaldas a la puerta y unos minutos (interminables) después escuchó como se acercaba alguien tarareando algo imposible de identificar y ese olor entró de nuevo en su cuerpo; segundos después tenía sus ojos tapados y con unos labios en su oído:  Sabía que estarías aquí, de espaldas a la puerta. - Paula se dio la vuelta y se la volvió a encontrar frente a frente después de 5 meses sin verla. Intentó ordenar todas sus emociones y sentimientos pero todos se agolpaban por ser la primera en manifestarse: alegría, tristeza, odio, emoción, nerviosismo, rabia, quería besarla y estrangularla a la vez, quería decirle lo guapa que estaba a la vez que gritarle. Y todo eso se resumió en un abrazo mientras le susurraba:  Nunca cambiarás, hija de puta.

Se sentaron a la mesa, pidieron dos cervezas y comenzaron a hablar como si los 5 meses que llevaban sin verse hubieran sido 5 días y como si nada hubiera cambiado.

 Joder, aún me acuerdo la primera vez que descubrimos este bar. - dijo Amaya cuando acababan de traer la enésima cerveza.
 Para no acordarse.
 Realmente lo que no se puede olvidar fue más bien lo de después.
 Por eso lo decía, básicamente.
 ¡Cómo temblabas aquel día! - Amaya sacó su sonrisa de medio lado.
 ¡Cómo no iba a temblar! Que yo era muy nueva en esto y tú ya eras toda una experta.
 Cualquiera diría que eras nueva, menuda noche nos dimos Paula, menuda noche.

Aquella era la primera noche en la que Amaya y Paula compartían cama, la primera noche en la que lo último que las dos verían antes de dormir y lo primero al despertarse sería la una a la otra. Paula estaba emocionada, tenía un miedo atroz a todo lo que podía pasar aquella noche, sobre todo tenía miedo a verla dormir y enamorarse irremediablemente de esa imagen. Después de una noche de risas y (varias) cervezas llegaron a casa de Paula.

El juego empezó en su cama, simplemente estaban ambas tumbadas hablando de banalidades sin importancia hasta que Paula, en un arrebato inconsciente le pasó la mano por encima a Amaya agarrándola de la cintura para acercarla hacia ella. Amaya se giró y quedó mirando a Paula aprovechando para acercar su nariz a la de ella; casi podían tocarse. Paula no paraba de temblar, intentaba aguantarse pero el hecho de que no podía ver nada por la oscuridad la ponía aún más nerviosa, pero aún así notó que Amaya estaba sonriendo. Amaya elevó sus labios hasta su oído y le susurró algo que no logró entender pero que hizo que cada vello de su cuerpo se erizara y, sin pensárselo dos veces, Paula le contestó con un beso en los labios. Era la primera vez que eso ocurría, la primera vez que Paula besaba a una mujer. Amaya le devolvió el beso y sus lenguas empezaron a enredarse entre sus bocas, luchaban cada una por entrar dentro de la boca de la otra, disfrutaban de cada roce.

Paula no sabía qué le había llevado a eso pero sintió que esto era exactamente lo que quería, quería a Amaya a menos de 2 mm de ella en todo momento. Amaya se incorporó y se puso a horcajadas sobre ella; su propia respiración ya empezaba a volverse agitada.  Aquí sobra ropa, - dijo Amaya volviendo a sus labios, separándose lo estrictamente necesario para poder articular las palabras. Hizo que Paula se incorporara para arrancarle la camiseta, que se llevó al sujetador como pasajero al otro lado de la habitación. Siguieron besándose y Amaya comenzó a bajar por el cuello de Paula hasta llegar a sus pechos que mordisqueó y besó. Paula sentía a Amaya recorriendo cada pliegue de su piel con la lengua buscando su pezón, rodeándolo con su lengua pero sin llegar a tocarlo para, cuando menos lo esperaba, empezar a morderlo y a moverlo de una lado para otro mientras con su otra mano acariciaba su otro pecho y jugueteba con él, pellizcándolo. Los gemidos de placer ya empezaban a salir de la boca de Paula. Pasaba de un pecho a otro, alternando pequeños mordiscos con otros más fuertes. Paula se estaba volviendo loca y eso no había hecho mas que empezar.

Paula le mandó levantar los brazos para quitarle la camiseta y se entretuvo más tiempo del que hubiera querido para quitarle el sujetador. Siguió besándola un minuto, 30 o 3 horas. Amaya la empujó contra la cama y bajó por sus pechos paseándose con su lengua por sus marcadas caderas que pedían ser mordidas. Continuó bajando y le trazó un mapa con su lengua justo debajo del ombligo. Los pantalones, a pesar de estar en horizontal, cayeron como si de un truco de magia se tratara. Amaya siguió besando ese cuerpo escultural, besó cada rincón de su piel morena, probó cada poro de su piel y saboreó los 173 cm de mujer que tenía en su cama. Amaya volvió a pasar por los labios carnosos de Paula, volvió a hacer una pequeña y fugaz visita a sus pezones y sopló sobre su ombligo para notar como arqueaba la espalda y acercaba su cuerpo a ella como pidiéndole que continuara el camino marcado por la línea de su ombligo. Llegó al final de su ombligo y allí se encontró con un tanga casi transparente de encaje negro que no dudó en mantener; aún no era el momento de ver a esa diosa completamente desnuda. Siguió bajando por sus piernas, mordisqueando y besando sus muslos mientras se acercaba a lo que escondía su tanga. Al llegar a él lo mordió por encima e intentó apartarlo un poco con las manos. Ahora sí, ahora sí sobraba ese tanga.

El tanga ya salió de escena, no tenía ningún papel en la película que iba a tener lugar en ese mismo instante. Paula bajó su mirada para encontrarse con los ojos negros de Amaya y la sonrió antes de que desapareciera entre sus piernas. La lengua de Amaya rodeaba su centro de placer, Paula levantaba la cadera buscando que la pasara por su clítoris; no podía más. Amaya comenzó a juguetear con el clítoris de Paula, subía y bajaba, lo movía de un lado a otro mientras su respiración era cada vez más rápida. Una de las manos de Amaya comenzó a acariciarle el cuerpo a Paula y ella no dudó en agarrarla y apretarla con fuerza. La otra mano de Amaya pasó a hacer compañía a su lengua y le acarició los labios provocando un pequeño espasmo en el cuerpo de Paula acompañado de un suspiro. Paula notó como los dedos de Amaya luchaban por hacerse un sitio entre sus piernas y cómo uno de ellos empezaba a entrar dentro de ella. Paula pedía más alzando su cuerpo y ya fueron dos; incluso tres dedos los que estaban dentro de ella. La respiración fuerte se transformó en gemidos, según aumentaba el ritmo y movimiento también lo hacía la frecuencia y el volumen de sus gritos. No existía nadie más en ese momento en toda Barcelona que no fuera Paula y Amaya disfrutando de sus cuerpo; no existía sonido más bonito que el de sus gemidos al ritmo del de los muelles de la cama; no existía frase más sincera que un 'joder Amaya, no pares'; no existía nada más sensual que los ojos de Amaya clavados en la cara de placer de Paula, que se mordía el labio y cerraba los ojos intentando concentrarse en el placer que estaba sintiendo. Entraba. Salía. Se movía dentro. Se movía fuera con la lengua. Disfrutaba del orgasmo que le estaba regalando a Paula. Siguió hasta que los músculos de Paula aprisionaron sus dedos pidiendo involuntariamente que no parara, que estaba llegando al climax, el orgasmo era largo y su intensidad se podía ver por la humedad que cubría toda su entrepierna y por los gritos más que sonoros que salían de la boca de Paula; estaba exhausta y satisfecha de una manera que no podía ni haber imaginado.

Amaya recorrió el mismo camino hacía unos minutos, volvió a pasar por sus muslos, mordisqueó sus caderas, pasó su lengua por la línea de su ombligo, se detuvo unos minutos en besar sus pechos y juguetear con sus pezones, lamió su cuello y, finalmente, besó apasionadamente a la mujer a la que acababa de hacer gemir y así demostrarle la pasión que había puesto en cada segundo y en cada movimiento. Paula la abrazó y la hizo tumbarse sobre ella para notar su cuerpo caliente y el latir de su corazón acelerado.

 Amaya, eres increíble. Yo... creo que ahora me vas a tener que enseñar a hacer estas cosas.
 No te preocupes, tenemos toda una noche y toda una vida por delante.

domingo, 13 de octubre de 2013

'La primera que'

Estáis tan obsesionados en ser 'la primera que' de alguien que no disfrutáis del presente.

No apreciáis ser la decimotercera persona que besa sus labios; la tercera que muerde sus muslos; la séptima que le besa el cuello para agitarle la respiración; la cuarta a la que agarra la mano mientras besa; la quinta que acaricia su rostro; la novena que sopla en su oreja; o la segunda a la que dice 'te quiero'.

No disfrutáis de besar sus labios, de morder sus muslos, de besar su cuello para agitarle la respiración, de que os agarre la mano mientras os besa, de acariciarle su rostro, de soplar en su oreja y, ni mucho menos, disfrutáis de ese 'te quiero' sincero que os regala. Y todo eso porque estáis pensando que ya sois la 'vete tú a saber cuál' a la que dice eso. Qué más da el pasado si, en ese momento, en ese preciso instante, con quiere compartir todo eso, a quien quiere besar, morder, acariciar y, sobre todo, a quien quiere, es a TI.

viernes, 23 de agosto de 2013

Algo así como dormir en la misma cama

Capítulo 5.

Una mañana como tantas otras. El balance de la noche le reportó unas medias rotas, un número de teléfono de aquella rubia sin nombre, una bonita resaca, un buen álbum de fotos y una amiga enamorada. – Al menos tengo un día ajetreado – pensó mientras buscaba una de esas camisetas sin mangas que dejaban poco a la imaginación y daba gracias a que no iba a pasar ese domingo sola dándolo vueltas a aquellas palabras de Tania.

Se levantó de la cama y buscó a Leo, hundirse entre el pelaje de ese perrillo la relajaba fuera cual fuera la situación. Le acarició, le besó y le llevó a la calle para que le diera el aire, aunque no sabía quién necesitaba más el aire, si ella o el perro. Salió con la esperanza de encontrarse con Aleix, siempre bajaba a hacer lo propio con su perrita a esas horas. Después de 20 minutos de paseo Paula ya volvía a casa decepcionada cuando:

  ¡Paula!
–  Ay Aleix, no sabes las ganas que tenía de encontrarme contigo – contestó Paula mientras le daba un largo beso en la mejilla.
–  ¿Qué tal? Vaya nochecita la última que compartimos, que no la comentamos... – dijo Aleix mientras hacía aspavientos con sus manos a la vez que ponía sus caras; – que te fuiste pronto pero bien acompañada bribona.
–  Lo cierto es que sí aunque bueno, eso no es lo "mejor" de este fin de semana.

Y entonces Paula hizo una recopilación de su fin de semana digna de cualquier escritor. Aleix jamás le juzgaba, era el único que le comprendía en sus momentos de odiar al mundo y el único que le animaba a comportarse como realmente ella no quería ser, como una auténtica hija de puta. Él era su compañero de juergas alocadas, de zorreo, con el que salía de caza por los bares de ambiente de Barcelona en busca de algún cuerpo bonito que llevarse cada uno a la cama.

  ¿Y qué vas a hacer?  Aleix miraba fijamente a los ojos a Paula; estaba poniéndose serio, no era habitual que fijara su mirada en la de ella.
  Eso digo yo. Yo la quiero, de verdad que la quiero, pero tanto como para... no, creo que no, no sé... Aleix, que tú y yo no estamos acostumbrados a esto, lo nuestro es follar y huir por la ventana en mitad de la noche y eso con una amiga así no se puede hacer  contestó Paula saltando de su sitio.  ¡Pero que hora es! Me voy, que Rami está al llegar. Te llamo, ¿vale?  Un beso en los labios a Aleix y 5 minutos después estaba subiendo por las escaleras de su piso.

Al llegar a casa abrió la nevera buscando algo que llevarse a la boca. Vio unos macarrones de hace un par de días y se sintió la mujer más afortunada del mundo por no tener que cocinar. En cuanto terminó de comer llamaron a la puerta. Rami ya venía con la mudanza; ella ya había terminado la carrera pero lo que menos quería era volver a casa de sus padres por lo que gracias al curro de verano que consiguió decidió quedarse en Barcelona hasta encontrar algo de lo suyo, y como el compañero de piso de Paula se volvió a Polonia al acabar el curso, Paula le ofreció la habitación a su mejor amiga.

Después de toda la tarde de mudanza, subiendo las cajas y los (pocos) muebles de Rami las dos se tumbaron a tomarse una merecida cerveza mientras hablaban de todo y de nada hasta quedar rendidas en el sofá sin acordarse siquiera de la cena. Paula miró a Rami y vio que estaba profundamente dormida. Le dio envidia ya que le encantaría dormir a ella también pero estaba demasiado ocupada ordenando los pensamientos que pasaban por su mente. Estaba deseando contarle todo a Rami y poder saber su opinión sobre el tema pero no era algo que sólo le incumbiera a ella, también era cosa de Tania por lo que no se veía con derecho a contarlo. Miró su móvil el cual llevaba olvidado toda la tarde y se encontró con un par de llamadas y unos mensajes de Tania (además de algún que otro mensaje que en ese momento le importaban más bien poco o nada). Realmente no sabía que decirle a su amiga, así que decidió contestarle diciéndole que había estado todo el día de mudanza con Rami y que mañana la llamaría, aunque no tuviera ni idea sobre qué iba a decirle cuando lo hiciera.

Cogió su ordenador buscando distraerse con alguna película o una serie y nada más encenderlo le saltó un aviso de correo y lo abrió pensando que sería la dueña de la clínica veterinaria donde iba a hacer prácticas durante el verano ya que en dos semanas comenzaba allí. En cuanto vio el remitente del correo cerró corriendo el ordenador deseando que lo que había visto fuera una ilusión. Lo volvió a abrir, temerosa y, efectivamente, Ella volvía a aparecer en su vida.

¡Hola Paula!

¿Cómo te va? Me han contado que todo bien, que la carrera la llevas genial y que empiezas este verano las prácticas en la clínica de Maite, ya te dije que te iba a venir genial que te la presentara, que te podía hacer un buen apaño cuando necesitaras sitio de prácticas.

Te escribía por saber un poco de ti, que bueno, lo cierto es que me gustaría que nos viéramos, que volviéramos a tener contacto y que podamos ser amigas después de todo lo que hemos pasado juntas. Aún sigue abierto aquel bar donde íbamos a escondernos del mundo exterior y a fabricar aviones de papel que no volaban.

Escríbeme, ¿vale? Me faltas.

Un abrazo de los que estrujan.

Si hiciera una lista de las 50 cosas más inoportunas en ese momento de su vida, las 49 primeras serían eso exactamente, que Ella volviera a su vida. Paula se quedó leyendo ese correo una y otra vez. Cada líena le parecía un poema, cada línea la transportaba a un pasado no demasiado lejano y hacía que las mariposas de su estómago parecieran elefantes en comparsa. – Que hija de puta  murmuró Paula mientras pensaba que no había perdido ni un ápice del encanto y el saber hablar que la engatusaron. No sabía cuánto tiempo llevaba frente a la pantalla cuando notó la respiración de alguien que estaba tras de sí leyendo lo que ella ya se había aprendido de memoria.

– ¡No me lo creo Paula!  gritó Rami haciendo que Paula pegara un bote del sofá, – pero esta tia... ¿no tuvo suficiente?
– Dios Rami, la madre que te parió, que susto me has dado. No si yo también llevo un buen rato flipando aquí delante del ordenador.
– No quedarás con ella, ¿no Paula? ¿PAULA?
 Ay no, no sé, no creo... bueno, una cerveza tampoco pasa nada, ¿no?  Rami ya tenía su cara de desaprobación que tantas veces había visto Paula; ya era asidua a ella ya que su amiga rara vez estaba de acuerdo con las decisiones que tomaba en su vida, sobre todo en lo a mujeres se trataba.
 Sabes mi opinión, sabes que esa chica no te hace ningún bien y que no deberías ir, pero yo también sé que te pasas mis consejos por el papo, así que, como siempre, haz lo que te dé la gana. Yo sólo te pido que, por favor, recuerdes la noche que lo dejasteis y el tiempo que estuviste prácticamente sin salir de casa.



  Yo no quería romperte el corazón.
  Sólo faltaba que lo hubieras hecho adrede. Entonces no estaría aquí hablando contigo – dijo Paula levantándose de la silla y empezando a andar por la habitación.
  Lo siento.
  Las heridas no cicatrizan con un 'lo siento'. Tenías que haber pensado ciertas cosas antes de hacerlas. Quizás un 'te quiero' de menos; quizás nunca haberme dicho que me querías tener para toda la vida.
  Es lo que sentía en ese momento. Y muchos de esos sentimientos siguen intactos pero...
  Pero, pero... siempre tienes un 'pero'. Es curioso la forma en que cambian sentimientos tan fuertes en tan sólo unos meses, o más bien semanas. Pero no hay marcha atrás, tú te vas intacta y yo... dejémoslo en que yo no. - Paula agachó la cabeza al ver que Ella la buscaba con la mirada.
  Oye, que a mi me duele hacerte daño, que yo te qui...
  Ni se te ocurra decirlo, no tienes derecho - la cortó Paula.
  Ya sabes que las cosas no son fáciles Paula.
  No, tú te empeñas en complicarlas. Lo difícil es quererse y eso lo tenemos; o teníamos; o yo que sé qué.
  ...
  Aquí la que tendría que llorar soy yo, no vayas de víctima. - Paula se rompía por dentro viéndola llorar pero necesitaba hacerse la indiferente. Por ella misma. Por las dos.
  Igual es hora de que me vaya. ¿Sabes que cuando salga por esa puerta no habrá más susurros en la oreja, ni más mordiscos en los hombros, ni más cosquillas en las rodillas? - Paula la escuchaba sintiéndose incapaz  de aguantar esa lágrima que estaba a punto de caer por su mejilla. Vivir sin todo eso no le pareció vivir del todo.
  Ni más 'te quiero' falsos.
 Nunca jamás te dije un 'te quiero' sin sentirlo. - Paula se levantaba ya para acompañarla a la puerta.

Justo antes de irse la volvió a mirar a esos ojos de los cuales llevaba enamorada desde la primera vez que los vio y, sin saber cómo, se encontró besando, la que probablemente fuera la última vez, al amor de su vida. Fue inevitable sonreír mientras ya brotaban las lágrimas de sus ojos encharcados. Ella la acarició y se dio la vuelta.

  Nunca te olvides de lo que es 'hacer el amor'.
  Algo así como follar pero dormir en la misma cama - contestó Ella mientras sonreía.
  Te quiero, Amaya – y Paula cerró la puerta sin dejarla contestar. Y rompió a llorar.

martes, 6 de agosto de 2013

Lo que he aprendido de Arenal Sound 2013

Porque este Arenal Sound se merece una entrada en mi blog de lo jodidamente increíble que ha sido.

Y por eso quiero hacer un LO QUE HE APRENDIDO DEL ARENAL SOUND 2013:

1. Que si imitas mucho el acto de comerte un pene te pueden salir llagas en la boca.
2. Que tuvimos nuevos vecinos inesperados, los caracoles.
3. Que para tener una silla en la que poner el culo hay que pelearse y estar muy atento.
4. Que la mejor pareja bolli de la historia son Sara y Sharay.
5. Que mi GRAN descubrimiento del Arenal Sound ha sido Eco y no sé qué hubiera hecho sin él.
6. Que no hay que morder NUNCA a Natalia, puedes llevarte el mayor ostión de la historia y acabar con tu cara en el suelo sin saber cómo has llegado ahí.
7. Que si te preguntan si tienes hora la respuesta es 'Sí'. Y ya.
8. Que cuando uno se pone muy cachondo el pene te puede dar en la barbilla.
9. Que los fiestones de mañaneo acababan siendo los mejores.
10. Que hay momentos de risa en los que puedes llegar a casi-mearte.
11. Que cada vez que intentábamos dormir había que pegarse la sudada padre.
12. Que el bullying hacia mi persona era el entretenimiento más extendido en el Arenal Sound.
13. Que no hay mejor manera de despertarse que con un: 'buenos días princesa'.
14. Que tenemos lechón oficial: Alejandra.
15. Que los ñordos pueden ser buenos compañeros de baño.
16. Que da igual que lleve una tienda para mi sola porque siempre acababa alguien metido en ella (y no para darme sexo).
17. Que montamos nuestra propia aduana.
18. Que el que más estaba enterado de todos los conciertos y los grupos era Joa.
19. Que Carmen siempre se ofrecía a meterse en mi tienda y luego nada.
20. Que Andrea nos ha perreado a todos.
21. Que Lidia C. y yo estábamos hartas la una de la otra porque siempre nos equivocábamos cuando nos llamaba alguien.
23. Que a falta de un pendiente un tubito fluorescente puede utilizarse como dilatación nueva.
24. Que allí no había arañas, había putas tarántulas con pelos.
25. Que la gente se dejaba auténticos tesoros entre la mierda que nosotros aprovechábamos.
26. Que el césped de nuestro camping bebió más ron que nosotros.
27. Que por muy bollera que seas puedes tocar un pene.
28. Que te puedes cabrear por no saber a cual concierto ir cuando te coinciden dos que te gustan y acabar por no ir a ninguno.
29. Que el 'vamos a por un cubata y bajamos' siempre se convertía en un par de ellos.
30. Que la piscina es muy peligrosa, puedes acabar con dedos morados, pies torcidos, embarazada o con alguna ETS.
31. Que para qué moverse del camping a conciertos o playa y piscina si te puedes quedar bebiendo.
32. Que Luisma se emborrachaba con agua.

-> ACTUALIZACIÓN

33. Que si pides pan por la mañana Eva extenderá su mano por debajo de la tienda, te lo dará y volverá a dormitar.
34. Que Sara (casi) siempre estará dispuesta a deleitarnos con el estilo de Peter la Anguila.
35. Que si nuestros oídos escuchaban alguna palabra pa
recida a FUET, empezábamos a cambiarla por FUEEEEET rápidamente. 

36. Que si alguien pedía CUALQUIER tipo de favor ahí estaría la persona más servicial del camping para dártelo: Eco.
37. Que si nos apetecía hablar como retrasados siempre podíamos recurrir a SHANAAAY.
38. Que si en el barco aparece un buenorro disfrazado de poli, ahí estarán Ale y Andrea para subirle el ego (más). 

39. Que si hacemos una cachimba, se formará irremediablemente un bucle alrededor de Lidia O. y Joa. 
40. Que demasiado tiempo duró el colchón de Luisma después de todos los meneos que se llevó en la playa (y en lo que no es la playa).
41. Que si María pide papel de aluminio al grito de: "Perdonad, una pregunta, ¿tenéis papel albal?", los vecinos pensarán que fumamos drogas duras.

42. Que un traguito a la petaca antes de meterse a la tienda nunca está de más.
43. Que Rubén siempre encontrará un Antonio Machado para reírse en su cara de su frenesí.
44. Que si alguien no se cree que a Sara no le gustan los penes, la contestación lo dejará claro. Yo que tu me callaba... ¡CHIQUITÍN!
45. Que Joa no se da cuenta de que se ha quemado con las chispas de la cachimba hasta que éstas no atraviesan todas las capas de su piel.
46. Que teníamos un Down en el camping.
47. Que Lidia O. nos defraudó al no convertirse en pelocho como el año pasado.
48. Que el coche de Lidia O. es mejor que el bolsillo de Doraemon, cabe TODO, y cuando crees que esta lleno, siempre cabe algo mas.
49. Que el mito del veron de Lidia C. appleface ha caído profundamente.
50. Que cuando Andrea te dice que te va a duchar, lo hace (y ademas te toca los pechotes).
51. Que lo mejor que puedes comer en el Arenal Sound son potitos de pollo con verduritas de la huerta, y pimientos de piquillo rellenos de bacalao.
52. Que Lidia O. es la rescatadora oficial de gafas de Sara.

Gracias a Joaquín, Sara, Sharay, Eco, Natalia, Carmen, Andrea, Lidia, Luisma, Eva, Alejandra, María, Zahira, Álvaro, Santi, Rubén y Alba; y a todos los que compartisteis algún momento conmigo durante toda esta semana y que habéis hecho que haya sido la mejor semana de todo el verano. Os adoro mucho y muy fuerte.

Ya estoy cogiendo sitio para el Arenal Sound 2014, que al final volví a montar la tienda después de que se fueran los rumanos. ¡Aquí os espero!