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miércoles, 29 de mayo de 2013

Algo así como dormir en la misma cama

Capítulo 2.

El sonido de su móvil la despertó. – Tengo que quitar esa puta música – pensó recordando el momento exacto en el que puso esa melodía, a la vez que maldecía. “Locadelcoño”. Por el apodo que apareció en la pantalla dedujo que la mejor idea era darse la vuelta e ignorar la llamada. Se tapó la cara con la manta e intentó recordar qué hacía en el sofá, por qué había una botella de Jack Daniel's medio vacía en la mesa y dónde podía estar su ropa interior. Se incorporó con la vista fija en la televisión encendida y se dirigió a su habitación.

El olor a vainilla y sexo seguía ahí y un “no me jodas” se le escapó para expresar cómo se sentía en ese momento. Las sábanas a la lavadora, las ventanas abiertas de par en par y un porro para que volviera el olor original de su habitación y no ese olor a mentira y culpabilidad. – Otra vez esa musiquita – pensó poniendo los ojos en blanco mientras volvía a escuchar su móvil sonar. Le pegó un par de caladas más al porro y fue hacia el salón. Tres llamadas perdidas de Rami. La cena de la noche, lo había olvidado por completo.

– ¿Ya estás de resaca otra vez? – le espetó aquella voz de niña desde el otro lado del teléfono.
– Ya me conoces – esperó la bronca de su amiga.
– ¿Quién fue esta vez? No me digas que volviste a caer en aquella loca que no te dejaba vivir, ¿no?
– No, follaba bien, pero no compensa.
– Me muero y no te educo. - Rió – Bueno, pues recupera fuerzas que esta noche tenemos la cena con éstas, no te rajarás, ¿no?
– Claro que no. A las 10 donde siempre.
– Aún así sé que he hecho bien en llamarte, cualquiera se fía de ti. ¡Nos vemos luego, putita mía! - Rami se despidió con ese tono entre cabreada y bromeando tan característico.
– Venga Rami, ¡adeu!

No sabía ni que hora era, pero debía de comer algo o ese porro le iba a sentar realmente mal a su estómago. Entró a la cocina y ahí estaba Leo mirándola con ojos tristes, como echándole en cara que Paula no hubiera ido a darle los buenos días nada más levantarse. ¿Cómo podía haber olvidado al amor de su vida? Le achuchó, le acarició y los 5 lametones que éste le dio le hicieron sonreir de una manera que sólo él conseguía. Ese perro había sido lo más constante en su vida en los últimos 5 años en aquella ciudad.

6 años atrás Paula había llegado a esa ciudad emprendiendo su pequeña aventura particular de estudiar fuera y jamás dudó de dónde quería hacerlo: Barcelona. Como muchos otros andaluces Paula tenía familia en Cataluña y gracias a sus constantes viajes allí, desde que ella tenía memoria supo que quería estudiar allí. Los primero meses no fueron del todo buenos, aunque ella siempre había sido una persona independiente, allí sentía que le fallaba algo, y no supo el qué hasta que conoció a Rami. Paula ya se había fijado en aquella chica con su piercing en la nariz, un par de rastas asomando por su pelo castaño, vestida siempre con elegancia pero a la cual nunca faltaban los colores y los complementos florales, y siempre maquillada de manera inapreciable pero perfecta. Fue en aquella clase hacia la mitad de la carrera. Rami llegó tarde y bastante alterada y se dejó caer sobre la silla vacía a la izquierda de Paula. Rami empezó a murmurar y a resoplar mientras buscaba en su bolso y, cuando parecía que no encontraba lo que buscaba le tocó el hombro a Paula:

– Perdona, ¿te importa dejarme un boli y unos folios? He tenido una mañana de mierda y me he dejado todo en casa.
– Claro mujer – dijo Paula acercándole un boli. – Y si quieres fotocopiarte el principio de la clase vamos después a repro.
– ¿Si? Joder, me haría un favorazo. Me llamo Raquel, pero todo el mundo me llama Rami.

Y a partir de ese día, Paula y Rami, con sus más y sus menos, se hicieron inseparables.

Paula miró la hora y dio gracias a que aún tenía varias horas por delante. Leo era su prioridad así que bajó a darle un paseo y a buscar algún sitio donde comprarse cualquier cosa que echarse a la boca. Paula terminó de comer y se tumbó, se le pasó por la cabeza llamar a Andrea y pedirle disculpas por haber sido tan brusca la noche anterior pero en seguida desechó esa opción, no le apetecía hacer de buena chica con sentimientos. Apoyó la cabeza en el sofá deseando dormirse ya que comenzaba a pensar otra vez en Ella, así que agarró a Leo y cerró lo ojos para descansar.

Cuando Paula salió de la ducha se tomó sus 3 minutos para mirarse y detenerse en sus tatuajes estratégicamente colocados y para pensar en el significado de cada uno de ellos. Se sorprendió a si misma acariciándose el corazón verde tatuado en el interior del dedo corazón de su mano izquierda mientras sonreía pensando en los recuerdos que éste le aportaba. Sacudió su cabeza, – hoy no es día para esas cosas –, pensó mientras se dirigía a su habitación para elegir el vestido con el que iba a deslumbrar aquella noche. Se quedó desnuda frente al armario. Sabía que probablemente su vecino estaría observándola, ya le había pillado más de una vez asomado a la ventana sin ningún pudor, pero le daba igual; probablemente es lo más cerca que iba a estar de un cuerpo como el de Paula.

Vestido negro ceñido con una línea roja que iba desde el hombro hasta la cintura con un escote de lo más sensual.
Tacones rojos de 10 cm que elevaban su ya de por sí importantes 173 cm de altura.
Medias transparentes, los 27ºC de la calle en el mes de mayo la permitían lucir sus interminables piernas.
Melena negra suelta, echada hacia el lado izquierdo con maestría.
Pintalabios rojo, sabía que sus amigas la criticarían, pero también sabía que al final de la noche todas acabarían con el mismo color de labios.
No le gustaba maquillarse demasiado, sombra de ojos, rimmel y una pequeña línea que marcara su mirada. Porque los ojos de Paula no eran nada del otro mundo, no tenían un azul espectacular ni un verde envidiable, tenían un color marrón que se podía definir como común. Lo impactante de los ojos de Paula era su mirada, una mirada que nunca dejaba indiferente a nadie que se cruzara con ella, era penetrante e hipnotizante. Como una vez le dijeron: “su mirada era pura magia”.

Estaba lista. – Veamos qué nos depara la noche – pensó mientras entraba al ascensor y lanzaba un beso al espejo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Algo así como dormir en la misma cama

Capítulo 1.

Miró hacia la mesilla de noche y vió la hora: 03:30am. Quedaban 3 min para que se pasaran los 33min que se había dado a sí misma para no pensar en Ella y eso tenía que acabar antes de que su cabeza volviera a la carga. Aumentó el ritmo y al instante escuchó el gemido que quería escuchar y que le daba permiso para ir parando poco a poco y echarse a un lado. Resopló pero no quería mirar a la cara a la mujer que tenía en su cama porque sabía que no se iba a encontrar con los ojos que deseaba encontrarse.

Notó la respiración entrecortada de su acompañante y cómo se movía haciendo ademán de abrazarla en el postpolvo. – Nada de abrazos ni arrumacos, ni tan solo una caricia – recordó; y movió su brazo hacia la mesilla buscando el tabaco en uno de sus cajones. Lo encontró a la primera, pero se hizo de rogar por si aún seguía con intenciones de finalizar ese abrazo que le acababa de rechazar.

Se incorporó para encenderse el cigarrillo. Quería ofrecerle uno a la mujer desnuda que ocupaba su cama pero ni siquiera recordaba su nombre así que optó por la opción más fácil:
– Nena, ¿quieres uno?
– No gracias, no fumo. Pero sí un poco de agua.

Frunció el ceño. – Es verdad, ésta es de las que ni siquiera se echa el de después... - pensó mientras agradecía escapar de la cama para buscar el agua. Hubiera huido un segundo después de que esa tía se hubiera corrido.

Volvió con el vaso de agua y buscó una camiseta. Follar con una cualquiera la dejaba helada.
– ¿Por qué no vienes? - le llegó desde la cama.
– Pensé que te molestaría el humo.
– No pasa nada. Así cuando te lo termines podemos dormir. ¿Me dejas una camiseta?
– Ah, ¿pensabas quedarte a dormir? - se le escapó, ni siquiera lo pensó pero su boca lo escupió sin darle la opción de guardarlo para sí.
– No sé, después de esto, sí pensaba.
– ¿Después de qué? - ya había metido la pata, ya daba igual lo que dijera – que hayamos follado no significada nada, esto no ha tenido nada de amor si es lo que piensas.
– No es la primera vez que lo hacemos – dijo un poco abrumada por la situación – pensé que esta vez podría quedarme a dormir, no es tan grave.
– Bueno, pues ahí tienes una cama. La mía no la comparto.
– Cuando te pones así de borde no hay quien te aguante.
– Veo que no lo entiendes. Follar es una cosa pero dormir... dormir en esta cama está reservado a una sola mujer. Y esa mujer no eres tú.

La miró a los ojos para hacerla ver que no bromeaba. Aquella mujer le devolvió una mirada llena de rencor y se levantó para buscar la ropa que la noche anterior había volado por la habitación. Entre calada y calada ella miraba el cuerpo despampanante de aquella mujer, un cuerpo que no le había hecho sentir nada. Pensó en pedirla perdón porque, aunque fuera lo que pensara, quizás debería habérselo callado. Pero no, hacia tiempo que había dejado de pedir perdón o de arrepentirse por las cosas que había hecho.

No le importaba que se fuera, se giró hacia la ventana esperando que, cuando volviera la vista, la habitación estuviera vacía. Escuchó cómo se ponía el sujetador, cómo se subía la falda y cómo mascullaba por no encontrar sus medias.
– Adiós, Paula.
– Adiós... - sí que se acordaba de su nombre, antes realmente no quiso recordarlo; al menos le debía eso – Andrea.

Cuando Andrea salió por la puerta sabía que no la iba a volver a ver. No le importaba en absoluto.

Terminó el cigarro mientras veía como Andrea salía de su portal y se alejaba calle arriba con los tacones en la mano. Se sintió mal, parece que aún le quedaba algo de conciencia en ese cuerpo carente de sentimientos, pero tampoco hizo nada por remediarlo.

Se giró y su propia habitación le dio asco. Se dio cuenta de que había un olor en el ambiente mezcla de sexo, vainilla y alcohol con el que no quería dormir. No paraba de pensar en Ella así que fue a su caja verde. Sonrió al abrirla y ver esos labios y esa mirada, no podía evitar sonreír aunque estuviera rota por dentro. Pensó en qué podía estar haciendo, en sí se acordaría de ella en esa noche o en si estaría en cualquier cama ajena con alguien que, probablemente, no la merecía.

Otro cigarro, una copa y el sofá le pareció la mejor opción. Podía poner la tele, buscar a alguien más desgraciado que ella contando su vida en la televisión y quedarse dormida pensando que, aunque a Ella la perdió hace meses, al menos le quedaba el consuelo del mal ajeno y, porque no, el sexo.

Porque nada más lejos, amor no era lo que había pasado en aquella habitación.
Porque hacer el amor era algo así como follar pero acabar durmiendo en la misma cama.

martes, 21 de mayo de 2013

Sentidos desordenados


Escuchar(te) por cada poro de mi piel.
Oler(te) a través del contacto de mis labios con tu cuerpo.
Sonreir(te) con el brillo de mis ojos.
Llorar(te) por culpa de tu una voz que atraviesa mis oídos.
Acariciar(te) gracias a mi olfato por la sola presencia de tu un olor.




En definitiva, sentir(te) hasta
con los 5 sentidos desordenados.

lunes, 20 de mayo de 2013

¿Vosotros no?

Ese 'pero' después de un 'te quiero',
ese 'te echo de menos' que está de más,
esos besos que aterrizan en la mejilla cuando su verdadero destino son tus labios.

Los detesto.