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martes, 19 de febrero de 2013

¿Hombre de hojalata o espantapájaros?

El hombre de hojalata no tenía corazón, carecía de sentimientos, no sabía lo que era amar pero tampoco lo que era sufrir. Sonreír no entraba en su día a día, pero tampoco había experimentado lo que era llorar. ¿La euforia o la desdicha; la ilusión o la decepción; el ímpetu o la rabia? Él no sabe de qué le hablamos. Simplemente no conocía aquella sensación tan maravillosa como es la felicidad, pero se consolaba con que la tristeza tampoco llegaría a ese corazón que no poseía.

El espantapájaros, por el contrario, carecía de cerebro. Él sí conocía los sentimientos pero había uno por encima de todos que dominaba mejor que nadie: la ignorancia. No sabía el nombre de las flores que le rodeaban y tanto le gustaban; no podía poner nombre a los animales que le alegraban cada mañana con sus cantares; tampoco era capaz de leer los miles de libros de las estanterías de su hogar puesto que no sabía leer.

El hombre de hojalata, mientras paseaba reconociendo todo lo que veía pero indiferente a la belleza que le rodeaba tropezó con el espantapájaros, absorto en los sentimientos que el paisaje le proporcionaba:

- Espantapájaros, ¿qué es esa expresión de tu cara?

- Es el placer de escuchar a aquel pájaro cantar mientras descanso a la sombra de este árbol embriagado por el aroma de esas otras flores.

- ¿Te refieres al jilguero que pía, la sombra del sauce y el aroma de los jazmines?

- ¿Conoces el nombre de todas ellas? Cuanto envidio tu capacidad de conocer y aprender, de absorber conocimientos y ser cada día un poco más sabio. Yo sólo puedo sentarme aquí y disfrutar de las sensaciones que provocan en mí.

- ¿De qué me sirve conocer todo si no puedo sentirlo? No sabes lo que daría yo por saber qué es eso de sentir, conocer la alegría y la felicidad e, incluso, catar el amargo sabor de la tristeza.

El hombre de hojalata, sin inmutar su expresión, continuó su camino nombrando para sí mismo cada animal o flor que veía; mientras, el espantapájaros quedaba cabizbajo y triste, observando el pájaro que piaba, el árbol que le proporcionaba la sombra y las flores que desprendían ese aroma tan exquisito sin conseguir recordar el nombre de ninguno de ellos.



Dime, ¿hombre de hojalata o espantapájaros?