Vistas de página en total

viernes, 28 de junio de 2013

'Quererse', no hay más allá.

No soy una persona de hablar de estas cosas o dar mi opinión sobre ciertos temas sociales porque prefiero mantenerlos en privado, pero hoy, día del Orgullo LGTB, quiero hacer una pequeña entrada para nosotrxs.

Aún me sorprendo cuando amigxs me cuentan que en su casa o sus propios amigos les han dado la espalda o les repudian por el simple hecho de que sean felices al lado se una persona de su mismo sexo. Me da rabia, mucha rabia, que a estas alturas de la vida aún sigamos así en el día a día porque es más habitual de lo que pensáis. A esas personas sólo decirles que tu hija/amiga/vecina/hermana es feliz con otra persona, ¿qué más da lo que tenga entre las piernas? Fíjate en que quien te importa sonría, se le iluminen los ojos y, en definitiva, que sea feliz.

Esa situación me da mucha rabia. Pero hay una situación que aún me da muchísima más rabia que eso y son aquellas personas que no se aceptan a sí mismas. Me refiero a aquellas personas que niegan por encima de todo: 'no no, ¿yo? ¿lesbiana? No no, por dios, ¿qué dices?'. Pero les gusta alguien de su mismo sexo, lo niegan, por el qué dirán, porque no queda bien... ya os digo yo por qué: porque sois gilipollas.

Besa sus labios para vencer al miedo, sonríe aunque sea sólo por ver su sonrisa, apártale el pelo para cruzar tu mirada con la suya, acaríciale la mejilla para hacerle saber que estás ahí, abrázala (muy fuerte) por detrás, huélele el pelo para llevarte un cachito de ella contigo, muérdela.

Quiérela sin pensar nada más que en ella.

FELIZ DÍA DEL ORGULLO LGTB a todxs.

domingo, 16 de junio de 2013

'b'

Besos; para compensar todas las collejas que te he dado.
Bancos; para sentarnos a decir todas esas palabras que durante tantos años callamos.
Bebidas; para compartir y en las que ahogar alguna que otra lágrima.
Bastón; es lo que soy, para que te apoyes siempre que lo necesites.
Belleza; porque a guapa no te gana nadie.
Bálsamo; que ayuda a curarme las heridas.
Barcelona.
Barrera; porque ya no existe, la derrumbamos.
Batalla; que libramos y ganamos.
Baloncesto; un punto más de unión.

Porque eres la 'b' (en minúscula, eres la pequeña) en mi vida, la segunda letra del abecedario y la segunda mujer más importante de mi vida, con permiso de nuestra madre, que es la primera.

Blanca, busca belleza bombardeando besos, besa batallas buscando bordearlas, baila barreras, bloquea bobos, batea berrinches bélicos; básicamente: BRILLA.

Sangre de mi sangre; neurona de mis neuronas; lágrimas de mis lágrimas y, sobre todo, sonrisas de mis sonrisas.






Te quiero, Blanca.

domingo, 2 de junio de 2013

Algo así como dormir en la misma cama

Capítulo 3.


Salió por la puerta de casa a las 22:03, llegaría con sus ya habituales 10-15 minutos de retraso. Vio a lo lejos a su grupo de amigas; era el típico grupo de chicas que todo el mundo odiaba y amaba a partes iguales, quizás por la envidia, quizás por el deseo de formar parte de él: guapas, altas y deseadas. Desde Paula a Rami, pasando por Tania, Laia y Mónica. Después de que Paula y Rami se conocieron, Laia pronto se unió a las dos ya que estaban en la misma clase; en cuanto a Tania y Mónica un día aparecieron de parte de Laia en una fiesta y ya nunca más se fueron.

– ¿Qué tal, queridas? - saludó Paula al llegar.
– ¿Siempre tienes que hacerte la interesante llegando tarde? - Rami hizo un gesto con la mano como diciendo que la iba a azotar.
– Claro, la estrella siempre llega tarde al estreno – contestó Paula guiñándole un ojo.

El abucheo fue general pero ese falso ego de Paula la hacía tan encantadora que no pudieron evitar cortar el abucheo con una carcajada. Entraron al restaurante y la cena transcurrió como toda cena entre amigas. Risas y conversaciones mientras las botellas de vino desaparecían a más velocidad que la comida. Laia, como siempre, no paraba de hablar, siempre tenía una nueva anécdota o una historia que contar; Rami burlándose cariñosamente de cada palabra que decían sus amigas, siempre le encontraba la parte graciosa a todo; Tania con esa sonrisa que nunca perdía pero sin hablar demasiado, era la más tímida de todas; y Mónica iba y venía sumergiéndose en su móvil para hablar con Pau, su nuevo novio.

– Mónica tia, ¡deja el móvil! A ver si con eso de que se parece mi nombre al de tu chico me vas a mandar a mí algún mensajito guarrete – dijo Paula levantándole una ceja a la vez que esbozaba una media sonrisa – que ya sabes que yo te sigo el rollo.
– Uy Paula, si ya lo sé, pero soy presa imposible para ti, hetero al 100%.
– Ni que eso hubiera sido un problema para mí alguna vez.
– Que hiija de puta, lo peor es que es verdad, – esa no podía ser otra que Rami - menuda zorra bollera estás hecha.

Todas rompieron en una carcajada estridente que hizo que el restaurante se girara para ver qué ocurría. Todas rieron menos Tania, que continuó con su sonrisa inmutable mientras echaba la vista hacia otro lado buscando algo con lo que distraerse. Parecía avergonzada. Sólo Paula se dio cuenta de ese pequeño detalle puesto que era la única que sabía el porqué de esa reacción. Hacía ya muchos meses pero por detalles como ese sabía que Tania no lo había olvidado.

13 de noviembre. Paula estaba rota, no sabía qué hacer, jamás se había sentido así y necesitaba algo, pero no sabía el qué. Se echó el móvil a la oreja sin pensar a quién estaba llamando:

– ¿Paula?
– …
– ¿Qué pasa?
– …
– ¿Estás bien?

Y Paula rompió a llorar. 17 min después Tania estaba llamando al portal. Cuando Tania entró a la habitación no supo articular palabra con lo que se encontró: la mesilla de noche tirada, camisetas rotas sobre la silla, el trébol que siempre colgaba del cuello de Paula tirado en el suelo y a su amiga acurrucada en una esquina de la cama con Leo apoyando su cabeza en los pies de su dueña, se le veía tan triste como a ella. Paula levantó la mirada y vio a Tania de pie mirándola. No sabía cómo había llegado hasta ahí, ni siquiera recordaba haberla llamado, supuso que le habría abierto alguno de sus compañeros de piso. Sólo sabía que se alegraba de que estuviera allí. Tania se sentó a su lado y comenzó a acariciarle la nuca mientras entrelazaba los dedos con los de su amiga. Paula la miró y se lanzó a sus brazos. Continuaron en la misma posición durante un tiempo que no contaron; Paula no quería hablar, se sentía protegida entre los brazos de su amiga, alguien que le abrazara, le acariciara la nuca y la espalda, eso era todo. Cuando consiguió parar de llorar Tania hizo ademán de preguntar pero Paula se le adelantó:


– Se acabó Tania, se ha acabado definitivamente...
– Hablas de...
– No sé que voy a hacer.
– Mira en la bolsa, a ver si de momento te ayuda lo que hay en ella – dijo Tania señalando una pequeña bolsa que trajo consigo. Conocía a su amiga, lo que necesitaba era distracción y no ponerse a recordar lo que fuera que hubiera pasado en aquella habitación.

Una botella de Jack Daniel's, las 10 temporadas de Friends, una de las famosas empanadas de Tania y un gran bote de helado de vainilla con cookies. Paula se sorprendió de que Tania, la más callada de sus amigas, la conociera tan bien porque lo que Paula necesitaba era exactamente lo que había en esa bolsa. – Al menos creo que he acertado por esa sonrisa que hay en tu boca – dijo Tania agarrándola de la barbilla, adornando ese bonito gesto con un largo beso en la mejilla. Y Paula se sorprendió de estar sonriendo. Comenzaron a ponerse sus capítulos preferidos de Friends, a devorar la empanada mientras el whisky bajaba a un ritmo considerable. Los problemas de Paula empezaron a desaparecer a la misma velocidad a la que desaparecía el alcohol y aparecían las sonrisas. Paula no podía evitar sentirse bien, no sabía cómo su amiga podía haberla hecho pasar de estar en la más absoluta miseria a estar riéndose a carcajadas; esa chica había conseguido lo que pensaba que era imposible.

A la mañana siguiente Paula se despertó en su cama, toda revuelta y sin sábanas, y con un dolor de cabeza de los que aparecen después de beberte media botella de whisky. Buscó a Tania al otro lado de la cama pero no estaba. Supuso que andaría en el baño y se levantó a buscar algo más de ropa. Algo le pinchó el pie al bajar de la cama y vio el trébol que la noche anterior se había arrancado del cuello cuando Ella salió por la puerta para no verla más. – A ver que hago ahora yo con esto – pensó en Ella de nuevo, en su pelo liso, en sus ojos verd... – ¡TANIA! –. ¿Dónde leches estaba?

– Erik, ¿has visto salir esta mañana a Tania? - preguntó Paula a su compañero de piso cuando llegó a la cocina.
– Sí, cuando llegaba de clase la he visto salir de tu habitación y se ha pirado echando leches.

Paula no entendía nada y volvió a su habitación en busca de su móvil esperando encontrar algún mensaje de Tania; nada. Se sentó en la cama e intentó hacer memoria: ella llorando, caricias en la nuca, chupito, chupito, Chandler y Rachel comiendo tarta del suelo, chupito, chupito, Smelly Cat, chupito, helado cayendo por la comisura de sus labios, Tania recogiendo ese helado con su dedo, risas... y Paula recordó. Al segundo siguiente ya tenía el número de Tania marcado; 5 tonos y no obtuvo respuesta. Lo intentó otras 3 o 4 veces sin éxito así que optó por dejarle un par de mensajes pidiéndole que le llamara cuando viera el móvil. Se hicieron las 10 de la noche y Paula seguía sin noticias de Tania así que volvió a llamarla. A la tercera vez fue la vencida:

– ¿Qué pasa que no me coges el teléfono?
– He estado ocupada.
– Venga Tania, has leído los mensajes, no te ha dado la gana de hablar conmigo. Ven a casa y hablamos.
– No puedo, ceno con mis padres – Tania tenía un deje en la voz que hacía que no sonara nada convencida.
– No sabes mentir, venga, que no pasa nada.
– ¿Que no pasa nada? - era un intento de sonar cabreada, pero no lo consiguió, más bien parecía como avergonzada - ¿Tú de que te acuerdas?
– No sé, yo estaba mal, el alcohol... es un polvo y ya está, no tiene porque cambiar nada.
– Siempre igual, Paula, – suspiró, abatida – para ti siempre es “un polvo y ya está”. Todo te da igual, con lo que te han hecho sufrir y no aprendes.

Paula se encontraba superada por la situación, a sus ojos no era algo tan grave para tomárselo más allá de un poco de vergüenza la próxima vez que se vieran y que todo quedara en una anécdota de la que dentro de un tiempo se reirían todas; ahí tenía que haber algo más.

– Mira, no quiero hablar del tema – continuó Tania – quédate con lo que te acuerdes. Haremos como si nada hubiera pasado, éstas no se van a enterar porque no les vamos a contar nada.
– No tenía pensado cambiar mi actitud conmigo – le cortó Paula – pero me gustaría saber...
– Que no, no quiero hablar del tema. Es más, nunca más volveremos a hablar de esto.

Y colgó.

Y, efectivamente, nunca volvieron a hablar de ello.