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domingo, 7 de julio de 2013

Algo así como dormir en la misma cama


Capítulo 4.

La cena continuó mientras el vino corría y las risas embriagadas copaban el ambiente. La discusión de rigor para decidir dónde iban a pasar la noche terminó con la conclusión de casi siempre y fueron a una de sus discotecas preferidas. Era su fiesta de fin de exámenes y querían que les amaneciera. Llegaron a su destino y no tuvieron muchos problemas para entrar, ya eran viejas conocidas. Bailaron, conocieron gente, los hombres hacían amago de acercarse pero esa era una noche para ellas. Deslumbraban.

En un momento de la noche Paula vio como un chico se acercaba a Tania y empezaba a bailar con ella y, 5 minutos después vio como Tania le hacía señas con la mano de que se acercara. Miró a su alrededor y vio que el resto de sus amigas se habían ido a por unas copas así que, después de hacerse un poco de rogar mientras sonreía a su amiga para hacerla sufrir, se acercó por detrás. Paula la agarró de la cintura a la vez que se acercaba lentamente a su espalda y posaba sus labios sobre su cuello; pasó su mano desde sus hombros hasta sus manos notando cómo se le erizaba la piel según avanzaba por sus brazos; le cogió la mano y le dio una vuelta para ponerla frente a ella; mordió su nariz para que Tania riera y ésta le devolvió el mordisco en la mejilla. Aún asi el chico no se dio por vencido ya que intentó volver a coger a Tania por detrás. Las dos chicas siguieron bailando haciendo caso omiso a su acompañante. La manera en la que se movía Tania era espectacular, esa sangre cubana que su madre le había dado le daba un sentido del ritmo que poca gente tenía.

Paula la vio especialmente guapa esa noche, su tez morena brillaba bajo los focos de la discoteca y sus labios parecían aún más carnosos, y el hecho de que Tania se los mordiera de aquella manera mientras bailaba incitaba a querer besarlos con pasión. Tania siempre se desinhibía bastante cuando había alcohol de por medio y ese día no era menos, así que comenzó a coger a Paula por el cuello y a bailarla de una forma tan sensual que Paula empezaba a perder la cabeza. Se acercaba cada vez más, para alejarse del chico que tenía detrás, o eso suponía Paula.

– Tia, vamos al baño y así le perdemos de vista – le susurró Tania al oído, lo que, unido a los movimientos de Tania mientras bailaba, hizo que a Paula se le erizara toda la piel y que tuviera que parpadear un par de veces para salir de su ensimismamiento.

Cuando las dos chicas llegaron de la mano al baño, Paula comenzó a reirse a carcajaras.

– Ay Tania, de verdad, siempre te pasa lo mismo...
– Ya te digo, estos hombre no entiendo un 'no', terminaré haciéndome boll... - no terminó la frase, se puso roja como un tomate y apartó la mirada.
– Las dos sabemos que no sería tu primera vez – dijo Paula intentando quitarle hierro al asunto.
– Ay Paula, calla... - dijo Tania riéndose a la vez que cogía de la mano a Paula y la acercaba a ella.

Paula se sorprendió, no se esperaba esa reacción, pensaba que le diría cualquier cosa para cambiar de tema, como ya le había dejado claro. Vio la oportunidad que le había negado los últimos meses y continuó:

– Igual ya va siendo hora de que me expliques qué te pasó. Ya has visto que entre nosotras no ha cambiado nada.
– No no, si no te acuerdas mala suerte. - Tania movía el dedo de derecha a izquierda y acabó dejándolo sobre los labios de Paula, mandándola callar.
– Anda Tania – dijo Paula lanzándose a darle un abrazo para que se relajara – tan mal lo hice que te da vergüenza decirme lo mal que follo.
– No exactamente – contestó Tania mientras le devolvía el abrazo y le apartaba el pelo; Tania olía realmente bien – más bien al contrario. Pensé que estaba confundida en algo, pero esa noche lo único que hice fue reafirmarme.
– Venga ya, ¿ahora me vas a decir que también te gustan las tetas? - Paula se rió y se agarró las tetas mientras hacía un baile de lo más ridículo.

Tania no pudo evitar reírse de su amiga. Se apartó y se apoyo en el lavabo. Se la veía nerviosa, no sabía qué hacer porque volvió a coger a Paula de la mano.

–Paula, te quiero.
– Y yo a ti Tania, sabes que te adoro y que eres de las personas más importantes para mí – y la regaló su mejor sonrisa para que viera que era sincera.
– No, te quiero Paula, más de lo que tú me quieres a mi. Estoy enamorada de ti.

Paula intentó ordenar esas palabras en su cabeza. No podía ser. Es más, cuando empezaron a juntarse Tania apenas hablaba con Paula, incluso llegó a pensar que no le caía demasiado bien.

– Pero no, no puede ser – ya empezaba a tartamudear – si a ti te gustan los tios, alguna vez cuando cuentas tus historias... Y el novio ese que tuviste el año pasado...
– Ya, yo tampoco lo entiendo. Al principio pensaba que era una tontería y que lo confundía con amistad – Paula notó que su amiga estaba soltando algo que llevaba guardando demasiado tiempo – pero después de aquella noche, de verte tan hecha polvo por alguien que no te merecía y de que en mi mente sólo pensara: 'conmigo serías inmensamente feliz, yo nunca te haría eso', me di cuenta de que lo que llevaba tanto tiempo negándome a mi misma.

Paula seguía sin creérselo, intentaba procesar toda esa información inesperada aislándose del barullo del baño y de la música que se escuchaba desde la pista. Empezó a pensar que era cosa del alcohol que había en su sangre, o quizás el porro que se había fumado antes de entrar en la discoteca la hacía imaginar cosas. No sabía si levantar la mirada para mirar a los ojos a Tania, no sabía con qué se podía encontrar. Tania acarició su mejilla y le subió la barbilla para que sus miradas se cruzaran. La mirada de Tania era de alivio; la de Paula de confusión, pero seguía conservando esa magia increíble.

Alguien agarró a Tania la mano que tenía sobre el rostro de Paula:

– ¿Qué hacéis? Que llevo un rato buscandoos porque hemos vuelto y no estabais.- Era Laia. Se habían olvidado por completo de sus amigas. - Vamos, ¡que queda mucha noche!

Salieron todas fuera donde estaban sus amigas esperándolas y Mónica propuso subir a la terraza a fumar. Paula fue la primera en decir que sí, necesitaba una copa y un cigarro como agua en el desierto. Realmente Paula no sabía si alegrarse por la entrada de Laia al baño interrumpiéndolas, o maldecirla. No estaba segura de si quería ese beso que acababa de perderse.