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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Nervios

Me estoy hartándo de fingir sonrisas, de tener que aguantar tus miradas, de ver esos labios imposibles de volver a besar, esas manos que no volveré a tener entre las mías, de escuchar esa voz que no emitirá nunca más un "te quiero" ni un "me importas".

Me estoy hartando de fingir sonrisas para después volver a mi frío y vacío nórdico y llorar hasta que mi cuerpo no puede más y se duerme, cansado de sufrir.

Me estoy hartando de fingir sonrisas para que una de las tuyas haga que me hunda en el más profundo de los fosos.

Me estoy hartando de fingir sonrisas y que al entrar a mi habitación una nube de recuerdos caiga sobre mi y las paredes me aplasten.

Me estoy hartando de fingir sonrisas por esa minúscula luz de esperanza que desgraciadamente sigue habitando en algún lugar de mi cuerpo. Maldita seas.


Y casi 10 meses después sigues haciéndome daño día tras día.

Sé que lo que viene ahora es desagradable, pero espero que lo estés viendo porque es culpa tuya, estoy de los nervios, nervios que me pones a flor de piel, para bien y para mal. Nervios que me llevan a extremos impensables. Y este es un extremo muy centrado. Nervios.



sábado, 26 de noviembre de 2011

Estilo

Hay ciertos estilos que no todo el mundo entiende. Detalles a los que yo doy importancia y otros ni se fijan. Otras cosas no son detalles, se ven a la legua, probablemente si te cruzas conmigo, por mucho que estés en la acera contraria, desde ahí lo verás. Y no, eso tampoco lo entenderás.

Pero es que el estilo se tiene, no se puede comprar ni alquilar.


Y si criticas, mira lo que me gustan las críticas que me provocan una erección en mi dedo corazón.



lunes, 21 de noviembre de 2011

Perdida

Paseando por un país que no es el mio escucho el bullicio del gentío, parece familiar, pero no es el mismo. El niño de mi lado grita a la que probablemente será su madre pidiéndole algo de un escaparate mientras ella le ignora; yo también le ignoro. Un pelirrojo con la música de sus cascos demasiado alta. De un bar, con sus puertas abiertas invitando a entrar a degustar una cerveza (negra), sale una música que parece en directo. Me asomo y, efectivamente, otro pelirrojo tocando una guitarra mientras canta algo que no puedo identificar. Al salir, una pareja pasa a mi lado sonriéndose, esa sonrisa ha dicho más de lo que pudieran decirse con palabras.  Choco con alguien. Sorry.

Sigo el paseo y aspiro el olor de esa ciudad extranjera. Huele raro, no mal, raro. Un carrito con fruta, es cierto, huele a fruta. El caminante a mi lado lleva una taza de café que calienta sus manos, olor a café quemado. Vuelvo a respirar fuerte. Pasa un autobús de los de dos plantas. Tos, tos y más tos. Ese olor no me ha gustado, el humo también lo tenemos allí. Empieza a caer la lluvia y esa humedad acapara mi sentido del olfato. Huele a humedad, a lluvia sobre el asfalto, lluvia sobre los toldos, lluvia sobre gente que ni se inmuta. Concluyo, a mi me huele a pelirrojo.

El paseo, con mi nueva compañera, no se detiene, y continúo con él mientras noto como mi pelo y mis manos se mojan. Me acuerdo de mi cámara y la tapo cuál madre tapa a su bebé para que éste no se constipe: "no puedo guardarte, lo siento, tienes trabajo que hacer hoy". Ahora me detengo en mi sentido de la vista, necesito plasmar mis sensaciones con ayuda de mi bebé y mis ojos hipermétropes y astigmáticos. Me repito, pero vuelvo a los pelirrojos, los observo. No sois lo que busco. Monumentos ausentes que no me dicen nada. Gente, gente y más gente, quiero lo contrario. Callejeo con la falsa intención de perderme. Finalmente, me pierdo y bueno, supongo que ya me encontraré. O, mejor dicho, ya sabré donde estoy para llegar a un lugar conocido. Yo llevo perdida desde hace mucho.

Va siendo hora de volver sin encontrar lo que buscaba. Suele pasar cuando no sabes lo que buscas. Es hora de volver al lugar de encuentro e intento volver sobre mis pasos. Se me olvidó dejar las migas así que la vuelta es igual de incierta que la ida. Un callejón a mi derecha que pasa desapercibido... o no. Me paro, intento recordar la imagen que acabo de ver. Retrocedo unos pasos. Me quedo observando. Inclino mi cabeza mientras achino los ojos para enfocar la imagen. Lo sentí, puede que no sepa el qué, pero lo sentí. Sabía que había encontrado lo que buscaba.



Contrario a gente: soledad. La soledad de un vagabundo, su hogar es la calle, no tiene un lugar que pueda llamar suyo. Frío y mojado. Perdido en un mundo que le repudia. 

Perdida en un mundo que me repudia cual vagabundo.

martes, 8 de noviembre de 2011

Calla

No quiero escuchar medias tintas ni palabras a medias. Nada de "ahora pienso esto" y mañana igual es lo contrario. No quiero escuchar algo que no sientas sólo por conseguir lo que quieres. Estoy harta de escuchar mentiras por interés.

Sólo quiero verdades. Algunas verdades duelen pero, antes que una mentira, prefiero una verdad dolorosa. Nada de mentiras piadosas, si no quieres decir la verdad, no la digas, pero no sueltes una mentira en su lugar con la excusa de no hacer daño.

Hazme daño y sino, calla.