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domingo, 20 de octubre de 2013

Algo así como dormir en la misma cama

Capítulo 6.

Aquella noche Paula la pasó prácticamente en vela dándole vueltas a las 122 palabras que tenía aquel correo.  Las mujeres son los seres más inoportunos sobre la faz de la tierra, - pensó Paula para sí misma. No se sorprendió cuando, mientras pensaba qué contestar, se dio cuenta de que no había pensado si quiera en lo que Rami le había casi suplicado, en ningún momento se planteó la posibilidad de rechazarle la cerveza a Amaya. Empezó a escribir el correo pero sólo veía la pantalla en blanco; no le salían las palabras. Quería ser clara y concisa, no quería que pareciera lo que realmente era: que se moría de ganas de volver a verla. Se decantó por decirle simplemente que se alegraba de saber de ella y que ese martes podían tomarse una cerveza en el bar donde se podía decir todo sin mediar palabra. Paula acabó viendo amanecer asomada a su ventana pensando que ya habían pasado varios meses, que si Amaya lo había superado ella no tenía porque ser menos; y que una cerveza no le hace daño a nadie. Se le daba de lujo mentirse a sí misma.

Quiso echarse un rato a dormir, y después de dormir un par de horas decidió revisar todo su armario. Puso su habitación patas arriba y pensó que igual era hora de irse de compras:

– ¿Rami te vienes de compras? Creo que necesito distraerme.
 ¿Ya te vas a ir a comprar ropa para tu cita del martes?
 No es una cita - replicó Paula - hemos quedado para saber un poco la una de la otra, nada más.
 Cuando mañana no duermas en casa me lo cuentas.
 ¿Vienes o no?
 Si quieres que vuelvan a romperte allá tú, pero yo no voy a ser partícipe de ello. Lo siento, no voy.

Paula se quedó sin saber qué contestarle; puede ser que tuviera razón, que estuviera desandando el camino recorrido y que volver a romperse era una posibilidad, pero no esperaba que Rami estuviera tan enfadada con su decisión.

 Al menos podías contárselo a las demás, - continuó Rami  podíamos quedar por la tarde todas y así al menos no soy sólo yo la mala de la película.

Tania. En ese momento Paula se acordó que aún no había llamado a Tania desde que hacía dos noches una de sus mejores amigas le confesara que estaba enamorada de ella. Estaba claro que a quien menos le iba a gustar la idea de que Paula volviera a ver a Amaya era a Tania, por razones obvias.

 Hoy tengo muchas cosas que hacer Rami, creo que el miércoles es mejor y ya os cuento cómo fue, - dijo Paula caminando hacia la puerta, no le gustaba el tono que estaba tomando la conversación y lo mejor que podía hacer era irse antes de que la cosa se pusiera más desagradable.

Paula llegó a casa con un par de bolsas: dos blusas, un pantalón, una falda y unos tacones que Paula podía jurar que le habían llamado desde el escaparate de aquella tienda suplicándole que los llevara a casa consigo. Acabó el día de la misma forma que lo había empezado, tumbada en la cama pensando en si su piel seguiría siendo tan blanca y fina, en cómo llevaría el pelo o en si llegaría tarareando una canción imposible de identificar.

20:03 del martes y Paula salió por la puerta de su casa camino del encuentro para el que llevaba preparándose toda la tarde. Salía con mucha antelación ya que antes quería hacer una parada.

 Tania, ¿dónde estás? - dijo Paula cuando Tania le contestó al teléfono.
 En casa, ¿por? ¿Necesitas algo?
 Baja anda, estoy en tu portal.
 ¿Qué? Ay, ya mismo bajo. - Tania se asomó a su ventana para ver si era cierto y Paula pudo ver cómo sonreía al verla.
 ¿Que tal, cómo andas? - le preguntó Paula después de darle un largo beso en la mejilla.
 Disfrutando de las vacaciones, creo que aún me dura la resaca del sábado, - Tania se apartó el pelo de la cara,  mira que ojeras tengo aún.
 Ni que así estuvieras fea.
 Bueno, ¿dónde vas tan guapa? - le preguntó Tania mientras la echaba un vistazo de arriba a abajo.
 Pues a eso venía, a contártelo. Me has llamado varias veces y no hemos hablado y sé que tú y yo tenemos una conversación pendiente.
 ¿No venías a eso? - le cortó Tania,  pensaba que te quedarías y que hablaríamos de... no sé, del sábado.
 He quedado con Amaya.

Esas palabras cayeron como si pesaran 30 toneladas. Se hizo el silencio, pero la cara de Tania lo decía todo. Bajó la mirada.

 Me esperaba cualquier cosa menos eso Paula, de verdad que no me lo puedo creer. Tú verás lo que haces pero no pretendas que yo sea el segundo plato de nadie. Disfruta de cómo te rompen otra vez el corazón. - Y echó a andar de vuelta a su portal.

Paula no quiso retenerla, le había hecho daño pero si se lo había contado antes a ella era para que no se encontrara con la sorpresa al día siguiente y se enterara a la par que todas, necesitaba contárselo a ella en privado. Misma opinión que Rami, y la suya con más razón ya que fue ella la que más sufrió las consecuencias de aquella noche en la que Paula se desmoronó, pero había tomado la determinación de ver a Amaya y ya no podía echarse atrás.

Llegó al bar 5 minutos antes de la hora acordada y buscó la mesa que durante 3 años cada noche que iban allí parecía reservada para ellas y que, casualmente, esa noche también estaba vacía y esperando que la llenaran cervezas vacías que traerían recuerdos de tiempos en los que ese era el 'bar de besar con la mirada y sentir con los labios'. Se sentó de espaldas a la puerta y unos minutos (interminables) después escuchó como se acercaba alguien tarareando algo imposible de identificar y ese olor entró de nuevo en su cuerpo; segundos después tenía sus ojos tapados y con unos labios en su oído:  Sabía que estarías aquí, de espaldas a la puerta. - Paula se dio la vuelta y se la volvió a encontrar frente a frente después de 5 meses sin verla. Intentó ordenar todas sus emociones y sentimientos pero todos se agolpaban por ser la primera en manifestarse: alegría, tristeza, odio, emoción, nerviosismo, rabia, quería besarla y estrangularla a la vez, quería decirle lo guapa que estaba a la vez que gritarle. Y todo eso se resumió en un abrazo mientras le susurraba:  Nunca cambiarás, hija de puta.

Se sentaron a la mesa, pidieron dos cervezas y comenzaron a hablar como si los 5 meses que llevaban sin verse hubieran sido 5 días y como si nada hubiera cambiado.

 Joder, aún me acuerdo la primera vez que descubrimos este bar. - dijo Amaya cuando acababan de traer la enésima cerveza.
 Para no acordarse.
 Realmente lo que no se puede olvidar fue más bien lo de después.
 Por eso lo decía, básicamente.
 ¡Cómo temblabas aquel día! - Amaya sacó su sonrisa de medio lado.
 ¡Cómo no iba a temblar! Que yo era muy nueva en esto y tú ya eras toda una experta.
 Cualquiera diría que eras nueva, menuda noche nos dimos Paula, menuda noche.

Aquella era la primera noche en la que Amaya y Paula compartían cama, la primera noche en la que lo último que las dos verían antes de dormir y lo primero al despertarse sería la una a la otra. Paula estaba emocionada, tenía un miedo atroz a todo lo que podía pasar aquella noche, sobre todo tenía miedo a verla dormir y enamorarse irremediablemente de esa imagen. Después de una noche de risas y (varias) cervezas llegaron a casa de Paula.

El juego empezó en su cama, simplemente estaban ambas tumbadas hablando de banalidades sin importancia hasta que Paula, en un arrebato inconsciente le pasó la mano por encima a Amaya agarrándola de la cintura para acercarla hacia ella. Amaya se giró y quedó mirando a Paula aprovechando para acercar su nariz a la de ella; casi podían tocarse. Paula no paraba de temblar, intentaba aguantarse pero el hecho de que no podía ver nada por la oscuridad la ponía aún más nerviosa, pero aún así notó que Amaya estaba sonriendo. Amaya elevó sus labios hasta su oído y le susurró algo que no logró entender pero que hizo que cada vello de su cuerpo se erizara y, sin pensárselo dos veces, Paula le contestó con un beso en los labios. Era la primera vez que eso ocurría, la primera vez que Paula besaba a una mujer. Amaya le devolvió el beso y sus lenguas empezaron a enredarse entre sus bocas, luchaban cada una por entrar dentro de la boca de la otra, disfrutaban de cada roce.

Paula no sabía qué le había llevado a eso pero sintió que esto era exactamente lo que quería, quería a Amaya a menos de 2 mm de ella en todo momento. Amaya se incorporó y se puso a horcajadas sobre ella; su propia respiración ya empezaba a volverse agitada.  Aquí sobra ropa, - dijo Amaya volviendo a sus labios, separándose lo estrictamente necesario para poder articular las palabras. Hizo que Paula se incorporara para arrancarle la camiseta, que se llevó al sujetador como pasajero al otro lado de la habitación. Siguieron besándose y Amaya comenzó a bajar por el cuello de Paula hasta llegar a sus pechos que mordisqueó y besó. Paula sentía a Amaya recorriendo cada pliegue de su piel con la lengua buscando su pezón, rodeándolo con su lengua pero sin llegar a tocarlo para, cuando menos lo esperaba, empezar a morderlo y a moverlo de una lado para otro mientras con su otra mano acariciaba su otro pecho y jugueteba con él, pellizcándolo. Los gemidos de placer ya empezaban a salir de la boca de Paula. Pasaba de un pecho a otro, alternando pequeños mordiscos con otros más fuertes. Paula se estaba volviendo loca y eso no había hecho mas que empezar.

Paula le mandó levantar los brazos para quitarle la camiseta y se entretuvo más tiempo del que hubiera querido para quitarle el sujetador. Siguió besándola un minuto, 30 o 3 horas. Amaya la empujó contra la cama y bajó por sus pechos paseándose con su lengua por sus marcadas caderas que pedían ser mordidas. Continuó bajando y le trazó un mapa con su lengua justo debajo del ombligo. Los pantalones, a pesar de estar en horizontal, cayeron como si de un truco de magia se tratara. Amaya siguió besando ese cuerpo escultural, besó cada rincón de su piel morena, probó cada poro de su piel y saboreó los 173 cm de mujer que tenía en su cama. Amaya volvió a pasar por los labios carnosos de Paula, volvió a hacer una pequeña y fugaz visita a sus pezones y sopló sobre su ombligo para notar como arqueaba la espalda y acercaba su cuerpo a ella como pidiéndole que continuara el camino marcado por la línea de su ombligo. Llegó al final de su ombligo y allí se encontró con un tanga casi transparente de encaje negro que no dudó en mantener; aún no era el momento de ver a esa diosa completamente desnuda. Siguió bajando por sus piernas, mordisqueando y besando sus muslos mientras se acercaba a lo que escondía su tanga. Al llegar a él lo mordió por encima e intentó apartarlo un poco con las manos. Ahora sí, ahora sí sobraba ese tanga.

El tanga ya salió de escena, no tenía ningún papel en la película que iba a tener lugar en ese mismo instante. Paula bajó su mirada para encontrarse con los ojos negros de Amaya y la sonrió antes de que desapareciera entre sus piernas. La lengua de Amaya rodeaba su centro de placer, Paula levantaba la cadera buscando que la pasara por su clítoris; no podía más. Amaya comenzó a juguetear con el clítoris de Paula, subía y bajaba, lo movía de un lado a otro mientras su respiración era cada vez más rápida. Una de las manos de Amaya comenzó a acariciarle el cuerpo a Paula y ella no dudó en agarrarla y apretarla con fuerza. La otra mano de Amaya pasó a hacer compañía a su lengua y le acarició los labios provocando un pequeño espasmo en el cuerpo de Paula acompañado de un suspiro. Paula notó como los dedos de Amaya luchaban por hacerse un sitio entre sus piernas y cómo uno de ellos empezaba a entrar dentro de ella. Paula pedía más alzando su cuerpo y ya fueron dos; incluso tres dedos los que estaban dentro de ella. La respiración fuerte se transformó en gemidos, según aumentaba el ritmo y movimiento también lo hacía la frecuencia y el volumen de sus gritos. No existía nadie más en ese momento en toda Barcelona que no fuera Paula y Amaya disfrutando de sus cuerpo; no existía sonido más bonito que el de sus gemidos al ritmo del de los muelles de la cama; no existía frase más sincera que un 'joder Amaya, no pares'; no existía nada más sensual que los ojos de Amaya clavados en la cara de placer de Paula, que se mordía el labio y cerraba los ojos intentando concentrarse en el placer que estaba sintiendo. Entraba. Salía. Se movía dentro. Se movía fuera con la lengua. Disfrutaba del orgasmo que le estaba regalando a Paula. Siguió hasta que los músculos de Paula aprisionaron sus dedos pidiendo involuntariamente que no parara, que estaba llegando al climax, el orgasmo era largo y su intensidad se podía ver por la humedad que cubría toda su entrepierna y por los gritos más que sonoros que salían de la boca de Paula; estaba exhausta y satisfecha de una manera que no podía ni haber imaginado.

Amaya recorrió el mismo camino hacía unos minutos, volvió a pasar por sus muslos, mordisqueó sus caderas, pasó su lengua por la línea de su ombligo, se detuvo unos minutos en besar sus pechos y juguetear con sus pezones, lamió su cuello y, finalmente, besó apasionadamente a la mujer a la que acababa de hacer gemir y así demostrarle la pasión que había puesto en cada segundo y en cada movimiento. Paula la abrazó y la hizo tumbarse sobre ella para notar su cuerpo caliente y el latir de su corazón acelerado.

 Amaya, eres increíble. Yo... creo que ahora me vas a tener que enseñar a hacer estas cosas.
 No te preocupes, tenemos toda una noche y toda una vida por delante.

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