Vistas de página en total

viernes, 23 de agosto de 2013

Algo así como dormir en la misma cama

Capítulo 5.

Una mañana como tantas otras. El balance de la noche le reportó unas medias rotas, un número de teléfono de aquella rubia sin nombre, una bonita resaca, un buen álbum de fotos y una amiga enamorada. – Al menos tengo un día ajetreado – pensó mientras buscaba una de esas camisetas sin mangas que dejaban poco a la imaginación y daba gracias a que no iba a pasar ese domingo sola dándolo vueltas a aquellas palabras de Tania.

Se levantó de la cama y buscó a Leo, hundirse entre el pelaje de ese perrillo la relajaba fuera cual fuera la situación. Le acarició, le besó y le llevó a la calle para que le diera el aire, aunque no sabía quién necesitaba más el aire, si ella o el perro. Salió con la esperanza de encontrarse con Aleix, siempre bajaba a hacer lo propio con su perrita a esas horas. Después de 20 minutos de paseo Paula ya volvía a casa decepcionada cuando:

  ¡Paula!
–  Ay Aleix, no sabes las ganas que tenía de encontrarme contigo – contestó Paula mientras le daba un largo beso en la mejilla.
–  ¿Qué tal? Vaya nochecita la última que compartimos, que no la comentamos... – dijo Aleix mientras hacía aspavientos con sus manos a la vez que ponía sus caras; – que te fuiste pronto pero bien acompañada bribona.
–  Lo cierto es que sí aunque bueno, eso no es lo "mejor" de este fin de semana.

Y entonces Paula hizo una recopilación de su fin de semana digna de cualquier escritor. Aleix jamás le juzgaba, era el único que le comprendía en sus momentos de odiar al mundo y el único que le animaba a comportarse como realmente ella no quería ser, como una auténtica hija de puta. Él era su compañero de juergas alocadas, de zorreo, con el que salía de caza por los bares de ambiente de Barcelona en busca de algún cuerpo bonito que llevarse cada uno a la cama.

  ¿Y qué vas a hacer?  Aleix miraba fijamente a los ojos a Paula; estaba poniéndose serio, no era habitual que fijara su mirada en la de ella.
  Eso digo yo. Yo la quiero, de verdad que la quiero, pero tanto como para... no, creo que no, no sé... Aleix, que tú y yo no estamos acostumbrados a esto, lo nuestro es follar y huir por la ventana en mitad de la noche y eso con una amiga así no se puede hacer  contestó Paula saltando de su sitio.  ¡Pero que hora es! Me voy, que Rami está al llegar. Te llamo, ¿vale?  Un beso en los labios a Aleix y 5 minutos después estaba subiendo por las escaleras de su piso.

Al llegar a casa abrió la nevera buscando algo que llevarse a la boca. Vio unos macarrones de hace un par de días y se sintió la mujer más afortunada del mundo por no tener que cocinar. En cuanto terminó de comer llamaron a la puerta. Rami ya venía con la mudanza; ella ya había terminado la carrera pero lo que menos quería era volver a casa de sus padres por lo que gracias al curro de verano que consiguió decidió quedarse en Barcelona hasta encontrar algo de lo suyo, y como el compañero de piso de Paula se volvió a Polonia al acabar el curso, Paula le ofreció la habitación a su mejor amiga.

Después de toda la tarde de mudanza, subiendo las cajas y los (pocos) muebles de Rami las dos se tumbaron a tomarse una merecida cerveza mientras hablaban de todo y de nada hasta quedar rendidas en el sofá sin acordarse siquiera de la cena. Paula miró a Rami y vio que estaba profundamente dormida. Le dio envidia ya que le encantaría dormir a ella también pero estaba demasiado ocupada ordenando los pensamientos que pasaban por su mente. Estaba deseando contarle todo a Rami y poder saber su opinión sobre el tema pero no era algo que sólo le incumbiera a ella, también era cosa de Tania por lo que no se veía con derecho a contarlo. Miró su móvil el cual llevaba olvidado toda la tarde y se encontró con un par de llamadas y unos mensajes de Tania (además de algún que otro mensaje que en ese momento le importaban más bien poco o nada). Realmente no sabía que decirle a su amiga, así que decidió contestarle diciéndole que había estado todo el día de mudanza con Rami y que mañana la llamaría, aunque no tuviera ni idea sobre qué iba a decirle cuando lo hiciera.

Cogió su ordenador buscando distraerse con alguna película o una serie y nada más encenderlo le saltó un aviso de correo y lo abrió pensando que sería la dueña de la clínica veterinaria donde iba a hacer prácticas durante el verano ya que en dos semanas comenzaba allí. En cuanto vio el remitente del correo cerró corriendo el ordenador deseando que lo que había visto fuera una ilusión. Lo volvió a abrir, temerosa y, efectivamente, Ella volvía a aparecer en su vida.

¡Hola Paula!

¿Cómo te va? Me han contado que todo bien, que la carrera la llevas genial y que empiezas este verano las prácticas en la clínica de Maite, ya te dije que te iba a venir genial que te la presentara, que te podía hacer un buen apaño cuando necesitaras sitio de prácticas.

Te escribía por saber un poco de ti, que bueno, lo cierto es que me gustaría que nos viéramos, que volviéramos a tener contacto y que podamos ser amigas después de todo lo que hemos pasado juntas. Aún sigue abierto aquel bar donde íbamos a escondernos del mundo exterior y a fabricar aviones de papel que no volaban.

Escríbeme, ¿vale? Me faltas.

Un abrazo de los que estrujan.

Si hiciera una lista de las 50 cosas más inoportunas en ese momento de su vida, las 49 primeras serían eso exactamente, que Ella volviera a su vida. Paula se quedó leyendo ese correo una y otra vez. Cada líena le parecía un poema, cada línea la transportaba a un pasado no demasiado lejano y hacía que las mariposas de su estómago parecieran elefantes en comparsa. – Que hija de puta  murmuró Paula mientras pensaba que no había perdido ni un ápice del encanto y el saber hablar que la engatusaron. No sabía cuánto tiempo llevaba frente a la pantalla cuando notó la respiración de alguien que estaba tras de sí leyendo lo que ella ya se había aprendido de memoria.

– ¡No me lo creo Paula!  gritó Rami haciendo que Paula pegara un bote del sofá, – pero esta tia... ¿no tuvo suficiente?
– Dios Rami, la madre que te parió, que susto me has dado. No si yo también llevo un buen rato flipando aquí delante del ordenador.
– No quedarás con ella, ¿no Paula? ¿PAULA?
 Ay no, no sé, no creo... bueno, una cerveza tampoco pasa nada, ¿no?  Rami ya tenía su cara de desaprobación que tantas veces había visto Paula; ya era asidua a ella ya que su amiga rara vez estaba de acuerdo con las decisiones que tomaba en su vida, sobre todo en lo a mujeres se trataba.
 Sabes mi opinión, sabes que esa chica no te hace ningún bien y que no deberías ir, pero yo también sé que te pasas mis consejos por el papo, así que, como siempre, haz lo que te dé la gana. Yo sólo te pido que, por favor, recuerdes la noche que lo dejasteis y el tiempo que estuviste prácticamente sin salir de casa.



  Yo no quería romperte el corazón.
  Sólo faltaba que lo hubieras hecho adrede. Entonces no estaría aquí hablando contigo – dijo Paula levantándose de la silla y empezando a andar por la habitación.
  Lo siento.
  Las heridas no cicatrizan con un 'lo siento'. Tenías que haber pensado ciertas cosas antes de hacerlas. Quizás un 'te quiero' de menos; quizás nunca haberme dicho que me querías tener para toda la vida.
  Es lo que sentía en ese momento. Y muchos de esos sentimientos siguen intactos pero...
  Pero, pero... siempre tienes un 'pero'. Es curioso la forma en que cambian sentimientos tan fuertes en tan sólo unos meses, o más bien semanas. Pero no hay marcha atrás, tú te vas intacta y yo... dejémoslo en que yo no. - Paula agachó la cabeza al ver que Ella la buscaba con la mirada.
  Oye, que a mi me duele hacerte daño, que yo te qui...
  Ni se te ocurra decirlo, no tienes derecho - la cortó Paula.
  Ya sabes que las cosas no son fáciles Paula.
  No, tú te empeñas en complicarlas. Lo difícil es quererse y eso lo tenemos; o teníamos; o yo que sé qué.
  ...
  Aquí la que tendría que llorar soy yo, no vayas de víctima. - Paula se rompía por dentro viéndola llorar pero necesitaba hacerse la indiferente. Por ella misma. Por las dos.
  Igual es hora de que me vaya. ¿Sabes que cuando salga por esa puerta no habrá más susurros en la oreja, ni más mordiscos en los hombros, ni más cosquillas en las rodillas? - Paula la escuchaba sintiéndose incapaz  de aguantar esa lágrima que estaba a punto de caer por su mejilla. Vivir sin todo eso no le pareció vivir del todo.
  Ni más 'te quiero' falsos.
 Nunca jamás te dije un 'te quiero' sin sentirlo. - Paula se levantaba ya para acompañarla a la puerta.

Justo antes de irse la volvió a mirar a esos ojos de los cuales llevaba enamorada desde la primera vez que los vio y, sin saber cómo, se encontró besando, la que probablemente fuera la última vez, al amor de su vida. Fue inevitable sonreír mientras ya brotaban las lágrimas de sus ojos encharcados. Ella la acarició y se dio la vuelta.

  Nunca te olvides de lo que es 'hacer el amor'.
  Algo así como follar pero dormir en la misma cama - contestó Ella mientras sonreía.
  Te quiero, Amaya – y Paula cerró la puerta sin dejarla contestar. Y rompió a llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario